La Región Metropolitana retrocedió a fase 2 a partir del jueves 10 de diciembre. Para el viaje que ya estaba en marcha, ésta no fue la mejor de las noticias y hubo que apurar harto los preparativos para el traslado cerca de Liumalla, en la comuna de Villarrica. Los integrantes de la expedición estábamos en una cuarentena voluntaria desde el 1ro de diciembre para garantizar la seguridad, y el lugar elegido se encontraba casi totalmente aislado, sin electricidad, agua corriente o siquiera baño, para mantener las precauciones necesarias. Entre la distancia y el apuro, la llegada fue a oscuras, con lluvia y frío.
Montamos campamento de verdad al día siguiente, apresurándonos en los intervalos cuando la lluvia amainaba y se volvía garúa, usando una carpa-comedor como nuestro centro de observación ya que funcionaba a punta de baterías y cargadores de auto.
Lo único que quedó fue esperar por el evento principal: El Eclipse total de sol del día 14 de diciembre, en el que los trabajos de los estudiantes debían ser lo que más brillaría.
Todos los cursos de primero medio diseñaron métodos para realizar la observación del eclipse, creando cámaras oscuras, telescopios, filtros solares y sistemas reflectantes, con la esperanza de capturar este evento astronómico, cuyos diseños llevé al sur para ojalá cumplir con la oportunidad de realizar ciencia real, y a nuestro alcance.
Lamentablemente, en estos casos siempre se está a merced de la naturaleza y la mañana del 14 de diciembre, ésta no nos quiso acompañar.
El día amaneció más cerrado que nunca, y aunque corrimos a campos cercanos intentando tomar las observaciones, una capa casi sólida de nubes sobre nosotros a kilómetros a la redonda, sólo nos permitió ver el cambio de luz del eclipse.
Con esta decepción en el cuerpo, casi sentimos que el viaje fue un desperdicio, pero sorprendentemente al atardecer, las nubes por fin decidieron apartarse un poco, regalándonos un cielo limpio y puro, lejos de todo poblado, sin humos ni edificios y lo más importante: sin las luces de la ciudad.
bsh
Al final, no se pudo observar el eclipse, pero el viaje no fue en vano, y espero que para los lectores les quede la siguiente lección: para hacer ciencia no se necesita siempre un laboratorio, solo las ganas de buscar el conocimiento, y aunque no siempre encontrarás lo que estás buscando, siempre habrá algo que descubrir, hasta cuando la naturaleza te juegue en contra.
Ariel Reyes,
Profesor de Física Colegio Mayor Peñalolén
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